Cuando tenga pareja… Cuando me reciba… Cuando tenga tiempo…Después del verano… Cuando junte coraje… Cuando pierda el miedo…Cuando las circunstancias mejoren…Cuando tenga lo que me falta… Cuando cambie esto y lo otro…
Llegamos a decirnos cosas tan irrisorias e inciertas como: Si tan solo sería distinto, podría….
En verdad… ¡Podríamos hasta no haber nacido! ¡Cuánto nos cuesta abrazar las circunstancias tal cuales están y amar lo imperfecto en nosotros!
¿Te suenan esas expresiones de arriba? ¡Seguro que sí! Cuántas veces estamos esperando que las condiciones sean ideales, que los astros se alineen, que nosotros seamos distintos o que cambiemos esto o aquello que no nos gusta para tomarnos en serio y hacernos cargo de lo que queremos.
El tiempo pasa, las cosas no cambian y siempre en el mismo lugar aguardando ese ideal que nunca llega. Cuando una formula no funciona, lo inteligente es pausar y buscar otras maneras.
¿Cuál es la manera? Hacer con lo que hay y dejar de esperar. Esta postura radical requiere de una palabra que nos ponga en marcha: la aceptación ¿de qué? De nuestras circunstancias, de lo que podemos hoy, de quienes estamos pudiendo ser, con nuestras imperfecciones, con nuestras carencias, con o sin apoyo, con lo inútil que pensamos que somos, con la poca capacidad que tenemos, siendo inacabados, estando averiados, rotos, abollados o abatidos…
Amar lo imperfecto en cada uno de nosotros nos lleva al progreso de quienes somos y de nuestras circunstancias. Del mismo modo que esperar lo perfecto, nos vuelve personas estériles, varadas a la espera de que la magia suceda.
Es mejor algo bueno hecho que algo perfecto nunca realizado.
Podemos empezar por algo, por lo mínimo, por lo insignificante, por lo que nos sale…Generalmente, ponernos en movimiento y vencer la desidia suele ser la parte más difícil de todo punto de partida. A veces pensar en grande entorpece mucho más de lo que facilita. No pienses en una gran empresa, comienza por poner esa primera pieza, que será quizás el cimiento de algo mayor que vendrá con el tiempo mientras estás en marcha, no a la espera del mejor momento para dar el golpe maestro.
Puede suceder que llegues a un lugar muy diferente del de donde partiste. Pensabas hacer determinada cosa o seguir una dirección y en el camino decidiste dar vuelta de timón, girar a la izquierda o a la derecha. Quizás arrancaste ofreciendo desayunos y terminaste organizando eventos. Quizás arrancaste dando clases en casa y terminaste ofreciendo cursos y capacitaciones. Quizás arrancaste el gimnasio a desgano y terminaste corriendo maratones. Quizás cuando concretas ese viaje que postergas hasta que la pareja llegue, conoces a ese amor que no iba a venir a golpearte la puerta, vos estando en el sillón. Por eso tampoco es de suma importancia al comienzo tenerla totalmente clara respecto de cómo será cada etapa y qué pasará en cada momento. Por suerte o por desgracia, no tenemos la bola mágica.
Generalmente cuando iniciamos algo nos falta preparación, contactos, recursos, materiales, conocimientos, seguridad y coraje. Al tiempo que nos sobran miedos, excusas y justificaciones. Y con esa percepción que tenemos de nosotros en un comienzo, nos sentimos insuficientes ¡Y claro que sí! si nos falta toda la experiencia que nos dará “el mientras tanto”. Imaginen a un estudiante de primer año de medicina que abandona la carrera porque no siente que sea capaz de atender pacientes y de operar. Esta persona está pensando “Z” desde “A” pero está olvidando que en el medio está todo el abecedario. Cuando llegue a “Z”, “A” habrá quedado muy lejos…¿Verdad?
Es en el baile donde se aprende a bailar. Es en el camino donde aparecen esas personas con las que al principio no esperábamos contar, quienes se suman a nuestros proyectos, nos dan buenos consejos, nos presentan a la persona adecuada, hasta encontramos un compañero o socio que se sume a lo que ya veníamos haciendo.
De repente inclinamos la mirada hacia atrás y tomamos conciencia de que crecimos una enormidad. No fruto del azar o la casualidad, sino de arremangarse y transpirar.
Hay una frase muy bonita y conocida que me encanta y es muy apropiada para la idea que intento transmitir…“Échate a volar y te crecerán las alas”. De eso se trata, de comenzar desde donde uno está, desde un contexto imperfecto de realidad, dando pasos torpes en un comienzo hasta volverse diestro de tanto fallar, hasta embocar después de tanto errar.
Más vale una vida desprolija que ha sido consumida, que una vida impecable no vivida.
No hagas de tu vida un tango de lo que te hubiese gustado. No mires desde la vidriera lo que los demás hacen. La única diferencia entre vos y aquellos que admiras es que se animaron y se levantaron una y mil veces sin martirizarse y castigarse por haberse caído tantas veces.
El que no reniega por A, reniega por B…nadie la tiene fácil o servida, detrás de lo que se ve, está todo lo que no se ve…Porque a esta vida no venimos ni a fracasar ni a triunfar, venimos a experimentar y a aprender en la Escuela de la Vida ¡donde nadie se gradúa con un diez!
Aprender el arte de hacer con lo que hay
Redacción: Corina Valdano