Tomar buenas decisiones. Decidir la propia vida es uno de los privilegios más valiosos, pero a la vez más difíciles cuando la duda nos sumerge en la parálisis de la indefinición. A veces, nos mareamos evaluando alternativas o tratando de acertar la opción correcta. Pero… ¿qué es lo realmente importante al momento de decidir? ¿En qué debemos basarnos para tomar decisiones beneficiosas para nuestro crecimiento personal?
Decidir la propia vida
Sin duda al momento de tomar decisiones importantes necesitamos conocernos primero y confiar en nosotros mismos como mejores conocedores de lo bueno para sí.
También necesitamos tener en claro que cometer errores y arrepentirnos de las decisiones tomadas es parte de vivir una vida siendo uno mismo protagonista.
Cometer errores y arrepentirnos de las decisiones tomadas es parte de vivir una vida siendo uno mismo protagonista.
No todas las decisiones son del mismo calibre. Hay decisiones intrascendentes o nimias que no generan demasiado impacto en nuestra vida y hay otras que marcan un antes y un después, que son cruciales y nos pueden conducir por caminos muy diferentes sin saber de antemano cómo será el paisaje que nos espera tras abrir una puerta y no otra.
Podemos estar divididos entre la opción de pintar clara u oscura una habitación, ponernos falda o pantalón, ir en coche o en autobús… nuestra vida no tendrá demasiado impacto si elegimos una u otra opción, por lo tanto, no hay demasiado de qué preocuparnos. Pero qué sucede cuando nos debatimos entre irnos o no de un trabajo, entre continuar una relación de años o separarnos, entre quedarnos en nuestro país o irnos a vivir al exterior.
En tiempos de incertidumbre o cuando la vida nos pone ante una bifurcación, decidir es un proceso difícil. Podemos quedarnos paralizados ante una interminable lista de pros y contras, mareados ante el enorme berenjenal de opiniones que los demás nos dan o bloqueados por una ansiedad que no nos deja pensar con claridad.
¿Qué debemos tener en cuenta al momento de tomar decisiones? ¿En qué parámetros debemos enfocarnos para que nuestras decisiones estén alineadas con nuestra autorrealización?
Al momento de tomar decisiones arduas, más que focalizarnos en las alternativas entre las cuales nos cuesta decidir, necesitamos dar un paso atrás y enfocarnos en la esencia de la decisión en sí misma. Precisamos olvidarnos de si aquí o allá, irnos o quedarnos, claro u oscuro y valorar un sentido más psicológico o filosófico del acto de decidir. La confianza en la decisión tomada tiene que estar asentada en los parámetros personales que estimados como válidos más que en la obtención de los resultados que pueden ser fortuitos, azarosos o estar fuera de nuestro control. Veamos qué aspectos debemos tener en cuenta…
Cuatro consideraciones para tomar decisiones:
1- Los errores forman parte del camino
Cometer errores no solo no es grave, sino que es necesario para vivir una vida de realización. Quien no ha cometido errores, nunca se ha arriesgado lo suficiente como para sentir con intensidad su vida. Transitar la incertidumbre y asumir desafíos nos da la posibilidad de crecer con cada experiencia, de explorar, de aprender y de cultivar aspectos de la personalidad que desconocíamos. La incertidumbre también nos ayuda a sentir aprecio, sorpresa, orgullo, alegría, humildad, inspiración y todas las otras cosas que hacen que la vida sea interesante y satisfactoria. No hay manera de garantizar que no tomaremos malas decisiones ni que nunca nos arrepentiremos… porque aún transitando sin penas ni glorias, andando “tibios” por la vida, corremos el riesgo más tremendo: vivir una vida acartonada, mecanizada e insípida.
Experimentar la riqueza de la vida supone toparnos con resultados no deseados, transitar situaciones incómodas y levantarnos si nos hemos tropezado. Entonces, cuando te sientas paralizad@ por la indecisión porque tienes miedo de equivocarte, dite a ti mism@: «Si esta decisión resulta ser la mejor, ¡bien! Si resulta que no ser la ideal, ¡bien! Ese es el precio que debo pagar por sentirm@ dueñ@ y protagonista de mi propia historia.”
Transitando sin penas ni glorias, andando “tibios” por la vida, corremos el riesgo más tremendo: vivir una vida acartonada, mecanizada e insípida
2- Déjate guiar por tus valores, no por el miedo.
A menudo nos dejamos llevar por el miedo a lo que podría salir mal. ¿Qué pasa si luego me arrepiento? ¿Y si me aburro? ¿Si pierdo tiempo? ¿Y si es diferente a como espero? Los factores del miedo que pesan en la balanza son interminables. Si el miedo orienta nuestras decisiones nos quedaremos varados por miedo a dar un paso en falso y pisar sobre terreno minado.
En lugar de tomar una decisión basada en los miedos que deseamos evitar, hagámoslo en función de los valores hacia los que deseamos avanzar. Los valores son principios generales que orientan nuestra vida y lo bueno de ello es que podemos elegirlos. Integridad, estabilidad, libertad, prestigio, coraje, paz, honestidad, responsabilidad… y la lista podría seguir indefinidamente. Cada uno necesita preguntarse en su foro interno ¿Qué es lo que valoro más? ¿Qué es importante cultivar en mi vida? ¿Cómo me quiero sentir? No hay aquí respuestas correctas o incorrectas. Cuanto más nuestras decisiones estén alineadas con nuestros valores, mejores nos sentiremos con quienes estamos siendo momento a momento.
Cuando sabemos lo que realmente valoramos, más clara se torna la decisión a tomar y menos arrepentimiento habrá porque sabremos que los aspectos negativos con lo que nos toque lidiar son parte del combo que supone vivir una vida coherente y afín.
En lugar de tomar una decisión basada en los miedos que deseamos evitar, hagámoslo en función de los valores hacia los que deseamos avanzar.
3- ¿Emoción o Razón?
Con frecuencia escuchamos frases como “piensa con la cabeza” o “haz lo que sientas”. En verdad al momento de decidir tenemos que aprender a “sentir lo que pensamos y pensar lo que sentimos”. Es en la mixtura entre la mente y el corazón que tomamos decisiones más equilibradas. No tenemos que elegir entre la razón o la emoción, no son opuestos entre sí. Por el contrario, se necesitan y se complementan aportando información útil y relevante.
Con nuestra mente racional podemos hacer listas interminables de pros y contras, estableciendo factores a considerar en nuestra toma de decisiones. Supongamos que estamos tratando de decidir si nos quedamos con nuestra pareja actual o si nos vamos de esa relación. Podemos alistar que es inteligente, interesante, atractiv@, paciente pero también algo egoísta, desorganizad@, imprevisible e instable… Ahora, consulta tus valores.. qué tiene más importancia en tu escala de valores: ¿la inteligencia o la estabilidad, la atracción o la generosidad?
Pero, ten en cuenta que tu mente emocional también juega un papel importante al momento de definir. Si tu balance de pros y contras apunta a permanecer en tu relación “porque tiene sentido, porque te cierra” pero sientes una gran pesadez o decepción cuando llegas a esta conclusión … tome nota. Puede que tu parte emocional tenga una información importante detrás de todas las conjeturas a las que has arribado de manera racional. Quizás uno de los contras puede guardar en secreto más valor de lo que crees.
4- Recompénsate por la experiencia obtenida y por las lecciones aprendidas.
Por supuesto, confiar en uno mism@ no es como un grifo que podemos abrir cuando hay que tomar una decisión. La confianza en nosotros mism@s es algo que debemos cultivar con el tiempo. Por eso, comienza sintiendo compasión por ti mism@.
Dudar no tiene nada de malo, por el contrario, puede ser un signo de sabiduría y de consideración. Es mucho lo que crecemos cuando nos animamos a transitar lo imprevisible, independientemente de los resultados que obtengamos. Por eso, celebra cada decisión difícil tomada, cada oportunidad de crecimiento y superación.
Incluso si terminas lamentando tu decisión, porque aprendiste nueva información sobre cómo el camino sin caminar podría haber sido mejor, aún así celebra. Has aprendido lecciones, adquirido habilidades y resistencia. Has añadido una cicatriz de la que sentirte orgullos@, pues te has animado a vivir tu vida con intensidad y en coherencia con lo que pensabas y sentías que era la mejor opción para ti.
¡Celebra cada decisión que tomas! Le estás dando forma a tu vida tal como una artista lo hace con su escultura al trazar algunas líneas y no otras.
Sentir confusión, dudar, vacilar, no saber cuál decisión tomar es indicio de estar viviendo una vida sentida, consciente, reflexiva y asumiéndose uno mismo como principal protagonista. Quien nunca duda, no es debido a una seguridad estoica sino a una desconexión respecto de cómo uno desea transitar su vida y ante que experiencias desea exponerse para evolucionar su consciencia.
¡Celebra cada decisión que tomas! Le estás dando forma a tu vida tal como una artista lo hace con su escultura al trazar algunas líneas y no otras.