Lo que era ya no es. A veces la vida que venia aconteciendo cambia las condiciones y lo que era o habíamos proyectado ya no encuentra escenario para manifestarse. Puede que nos cueste darnos cuenta de esa realidad y acabemos por insistir de más o forcejear con la realidad para imponer nuestras condiciones.
Sin embargo, la vida nos demuestra que es más grande que nosotros, que tiene infinitas variables que trascienden nuestra voluntad y se imponen. A veces con una crudeza que nos resulta despiadada… puede que acontezca una pérdida desgarradora, una separación no deseada, un diagnostico difícil, un proyecto que se derrumba a pesar de nuestro empeño por mantenerlo en pie contra viento y marea.
¿Cuándo es momento de redoblar los esfuerzos y cuando la aceptación, barajar y dar de nuevo es la mejor opción?
Uno podría preguntarse: ¿cuándo es momento de redoblar los esfuerzos y cuando la aceptación, barajar y dar de nuevo es la mejor opción?
Creo que definitivamente tenemos que decirle a la vida lo que queremos e ir por ello haciendo lo “suficiente” que está a nuestro alcance. Y remarco la palabra suficiente para poner límites a una persistencia que puede tornarse en obstinación. No se trata de hacer “todo” lo que está a nuestro alcance, porque ese “todo” puede resultar inacabable y agotador. Hacer lo suficiente y dejar que la vida haga su parte, es lo más inteligente y orgánico. Por eso creo que necesitamos estar atentos a reconocer el límite entre lo que queremos e ir por ello. Pero estar abiertos y dispuestos a sintonizar con lo que la vida quiere, aunque no sea lo que nosotros queramos.
lo que era ya no es
Y esto no es una actitud derrotista o perdedora… Más bien se trata de darnos cuenta de que ninguna fuerza misteriosa opera en nuestra contra. Sino que apenas somos “gotas” de un océano enorme que nos abarca y no podemos doblegar. Por eso cuando las reglas de juego cambian, no podemos seguir insistiendo con las mismas cartas. Necesitamos barajar y dar de nuevo, estemos o no de acuerdo con lo que nos toca transitar, nos parezca justo o injusto.
Es que aceptar nuestras circunstancias no es concordar, sino “dejar de negar lo que es” y utilizar nuestras energías en una dirección que nos resulte beneficiosa y provechosa: construir alternativas a una primera posibilidad que no resultó ser.
Esto aplica fundamentalmente a proyectos de vida que necesitan repensarse o reformularse. Y para ello necesitamos desterrar una creencia que muchas veces nos retiene de más en lo que no está pudiendo ser: “solo hay una manera de sentirme a gusto con mi vida”.
Esta es una concepción errónea ya que sentirnos felices no va de la mano de alcanzar “eso” que anhelamos.
Aunque conseguir algo preciado puede darnos una satisfacción a corto plazo, luego se desvanece esa sensación dando lugar a una nueva necesidad.
Por eso, el sentirnos a gusto con nuestra vida o aquello que solemos llamar felicidad, se parece más a un estado de serenidad interior que nace de nuestra capacidad para abrazar nuestras circunstancias y hacer lo mejor que podemos con lo que va aconteciendo. Estando atentos a encontrar un sano equilibrio entre lo que la vida nos ofrece y las cartas que vamos jugando, sin osar imponer nuestras reglas para no agotarnos innecesariamente ni sufrir de más ante lo inevitable o lo que no puede apurarse.
La felicidad se parece a un estado de serenidad interior que nace de nuestra capacidad para abrazar nuestras circunstancias y hacer lo mejor que podemos con lo que va aconteciendo.
Preguntarnos en qué áreas de nuestra vida estamos obrando de menos y en cuales insistiendo de más, nos ayuda a ir discerniendo cuando es tiempo de flexibilizar y cuando es preciso poner más empeño para sentirnos en paz con lo que vamos dando y en coherencia con lo que la vida nos va presentando.
Cuando lo que era ya no es
Redacción: Psi. Corina Valdano