Poder seguir. Muchas personas sufren de más por quedarse largo tiempo duelando lo que no pudo ser… una pareja, un hijo que no llega, un proyecto a medias, culminar una carrera, el logro de un objetivo. Cualquier expectativa deseada que no pudo ser lograda puede oficiar de anzuelo donde quedar sujetados “en lo que nos hubiese gustado que sea y no pudo ser”.
Como si al andar por el bosque de la vida se nos hubiese enganchado el suéter en una rama. Nos quedaramos por años tratando de soltarlo cuando es evidente que la acción más inteligente sería cortar los hilos y poder seguir andando, reconociendo que ese jersey, aunque muy querido, no es ni el único y además puede ser retejido.
Si bien es necesario darle importancia a lo que es importante para cada un@ de nosotr@s y legitimar lo que sentimos, sin desestimar nuestras emociones… lo exagerado, es sin dudarlo, lo que nos daña.
Amplificar el sentimiento de anhelo y de nostalgia por lo que no es o no pudo ser, nos ancla en el pasado sin dejarnos avanzar ni planear otros escenarios posibles de vida.
poder seguir
Aferrarnos a una idea rígida
Respecto de lo que planeamos para nuestra vida y no dejar margen emocional para que acontezca lo que ha de acontecer sin que tengamos demasiado control, ni podamos evitarlo, lejos de beneficiarnos, nos vuelve obstinados en encajar una pieza en un rompecabezas que a veces ya ni siquiera es el nuestro. La vida nos lo muestra y nosotros nos resistimos e insistimos en que encaje “esa” pieza y así, dejamos de ver la imagen completa de lo que podría ser una vida que contempla varios escenarios posibles de existencia.
Años atrás estando yo aferrada a una situación, alguien me dijo una frase que me ayudo a desenredarme de la tela de araña en la que estaba atrapada… “Hay cosas que suceden y cosas que no suceden”. Una expresión que tuvo la fuerza de la simpleza para despejar mis complejidades, mis argumentos y justificaciones para seguir insistiendo en lo que quería que sea… y de repente me sentí como una niña pataleando ante la evidencia de lo no posible y me dije ¡basta! Ese cortar la lana de mi jersey me permitió poder seguir construyendo mis planes de vida y hacer espacio para que lo posible se manifieste.
Cuantas vidas quedan desperdicias por quedar ancladas en lo que no pudo ser… Me ha tocado acompañar a muchas personas a liberarse de su terquedad para poder re-pensar otros caminos. Y cuando se logra renunciar a una ilusión, queda un enorme caudal de energía para ser utilizada en construir una realidad concreta y cierta sobre la cual sí tenemos injerencia.
Renunciar a una ilusión
Esto libera un enorme caudal de energía para ser utilizada en construir una realidad concreta y cierta sobre la cual sí tenemos injerencia.
La palabra renunciar suele tener mala prensa. Sin embargo, esconde una sabiduría que es clave en la madurez emocional. Renunciar es re-enunciar, dejar atrás para volver a enunciar de manera creativa otras circunstancias de vida.
No hay solo un solo sendero para construirnos una vida que nos guste. Si una pareja queda a mitad de camino, hay otros proyectos que pueden iniciarse igual de buenos. Una aprobación no llega, hay seguramente otras personas que nos suman en las cuales poner energía. Si un proyecto no se concreto, es un proyecto… no todos los que proyectemos. Si algo se derrumba, que sea ese algo “no nosotros”. La destreza que tengamos para re-inventarnos amplia las posibilidades de vivir una vida con plena presencia y satisfacción.
Lo ideal es ir haciendo un boceto de lo que queremos con lápiz a mano alzada, no un esquema con fibrón indeleble que no se pueda rectificar. Entrenar la flexibilidad para rehacer, repasar y retocar un plan original es fundamental para no invertir energía de más en lo que no está siendo y quizás nunca será.
Entrenar la flexibilidad para rehacer, repasar y retocar un plan original es fundamental para no invertir energía de más en lo que no está siendo y quizás nunca será.
Decir ¡basta! es liberador
Te invito a que observes cada área tu vida y te preguntes… ¿en qué estoy insistiendo de más? ¿Qué necesito dejar atrás y volver a enunciar? ¿Qué adiós podría ser liberador?
Es que a veces nos cuesta más “dar brazo a torcer” y dejar de pelearnos con las circunstancias que lo que realmente sentimos que estamos perdiendo cuando perdemos o renunciamos a algo.
Dejarnos vencer no siempre es debilidad, puede ser muestra de grandeza y madurez emocional. No todas las batallas tienen que ser ganadas. Necesitamos discernir cuando sí es adecuado insistir y cuando es mejor desistir e irnos de lo no posible erguidos, con dignidad y con la fuerza suficiente para seguir proyectando.
Nos preguntamos más que estamos perdiendo por renunciar, que lo que estamos impidiendo que sea por insistir de más. Hacer espacio, vaciar el recipiente de lo que ya huele mal, cortar por la sano, decir ¡basta! es hacernos el favor de no desperdiciar nuestra vida en una ilusión o en expectativas de que lo que hace tiempo viene siendo igual, cambie.
Lo que tenga que ser hecho por vos
Asegúrate de hacerlo, lo demás deja que se haga… hay una porción muy grande de vida en la que no podemos intervenir… Identificar la línea que traza lo que está a nuestro alcance de lo que no, es una habilidad que necesitamos desarrollar para no sufrir de más, desgastarnos de más, dar de más, pelearnos de más… El arte de saber fluir sin forcejear con la realidad nos resguarda de nuestra propia torpeza y terquedad.
Identificar la línea que traza lo que está a nuestro alcance de lo que no, es una habilidad que necesitamos desarrollar para no sufrir de más.
Si después de leer este escrito resuenas con estas palabras, fíjate si realmente vale la pena seguir desperdiciando vida en lo que te hubiese gustado que sea o si vas a regalarte la posibilidad de liberarte de tus eternos duelos y re-construir con hilos nuevos un sueter, que aunque no sea idéntico al destejido, te calce bien y te combine con quien sos hoy o quieres llegar a ser. Duelar lo que no fue, libera tu energía para disfrutar lo que es o puede llegar a ser si haces un uso inteligente de la vida que te fue dada para ser vivida momento a momento, no para dejarla congelada en fotos amarillas o estancada en expectativas no cumplidas.