El miedo a no ser capaz nos puede dejar hechos unos bonsáis. No sentirnos “suficientes”, sentir que no damos en la talla, que no estamos a la altura de las circunstancias, es una emoción que va recortando nuestra posibilidad de realización.
Este miedo que no nos deja avanzar con libertad, puede tener su raíz en nuestra primera infancia. Estar asociado a experiencias pasadas en las que se nos señalaba demasiado el error, se sobredimensionaba la equivocación o se ponía en duda nuestra valía para hacer frente a la vida.
Si de adultos no volvemos la mirada hacia atrás para cuestionar estas voces que han quedado talladas en nuestro memorioso inconsciente, nos puede pasar lo que al elefante del circo…
«…Siendo una cría es atado a una estaca e intenta una y mil veces liberarse, hasta darse por vencido. Pasado el tiempo y siendo ya mayor, pesando toneladas de kilos y pudiendo arrasar la carpa entera del circo de un solo tirón, nunca más lo intenta por quedar atascado y resignado en la creencia de que si no pudo aquella vez, nunca más podrá liberarse de sus cadenas. Así como el elefante, nosotros nos dejamos amaestrar por nuestras creencias limitantes y desde ese poder otorgado, les dejamos que rijan el resto de nuestra vida.»
Yo les invito a que se pregunten…
¿Y si ahora pueden lo que antes no?
¿Y si esos miedos siguen estando, pero a la par creció el coraje? ¿Y si nuevas experiencias desconfirman aquellas viejas creencias? ¿Y si aún sintiendo miedo esta vez logramos ir más allá de ellos y trascenderlos?
Tener miedos no es lo mismo que nuestros miedos no tengan a nosotros. Sentir miedo es absolutamente natural pero que nuestros miedos tomen el mando de nuestra personalidad puede conducirnos por caminos de auto-traición, de deslealtad hacia aquellas partes nuestras que buscan “pista” para aterrizar y no la encuentran por estar minadas de temores infundados o quizás algunos bien ciertos ante los cuales tenemos que tomar recaudos e ir con prudencia, lo cual no significa quedar paralizados en el “no puedo”.
Miedos Imaginarios y Miedos Reales
- A los miedos reales, no hay que negarlos, hay que mirarlos de frente y buscar estrategias para abordarlos con prudencia. Quizás los miedos reales nos advierten acerca de que necesitamos prepararnos más, capacitarnos en alguna habilidad en la que nos sentimos inseguros, reconocer nuestra vulnerabilidad y estar dispuestos a fallar las veces que sean necesarias hasta conquistar confianza. Lo cierto es que, nuestras experiencias nos van fortaleciendo y a medida que nos acercamos a lo que tanto tememos, los miedos se van tornando más manejables que cuando los mirábamos desde lejos.
- A los miedos imaginados, hay que sacarles el “velo” y ver que nada hay de cierto en ellos. Con la misma mente que nos hacemos la cabeza, también podemos discernir cuales son mero producto de nuestra fructífera imaginación y necesitan ser despejados como la niebla se abre a medida que vamos andando.
Si nos dejamos tragar por el círculo vicioso del miedo, empezamos a circular en un ir y venir constante entre no sentirnos capaces y por lo tanto no intentar o, intentar con tan altos niveles de ansiedad que terminamos auto-boicoteándonos. No porque no seamos capaces sino porque las creencias tienden a querer confirmarse. A veces somos tan necios que preferimos tener razón que ansias de superación.
Lo crucial es que, si no lo intentamos o lo intentamos “queriendo” confirmar que en verdad “no podemos”, la emoción del miedo gana poder y crece en intensidad. De lo que se trata, entonces, es de diseñar estrategias concretas para afrontar lo difícil, alimentando el sentimiento de competencia y de autoconfianza en que sí podemos lo que quizás antes no.
No está de más recordar que no somos siempre los mismos, que vamos evolucionando y que a veces no nos damos chance de chequearlo.
Si no lo intentamos o lo intentamos “queriendo” confirmar que en verdad “no podemos”, la emoción del miedo gana poder y nos consume por dentro.
El miedo a no ser capaz va acompañado de señales internas que a veces son imperceptibles a nuestra consciencia. Podemos sentir que, no somos iguales a los demás, que los demás tienen dones o facilidades que nosotros no. Puede habitar en nuestro interior una íntima sensación de que nos falta “algo” que a los demás les sobra. Esta falsa percepción, incrementa la ansiedad y nos conduce a infravalorar los recursos con los que contamos y a sobreestimar las dificultades que tenemos que afrontar. Sobre todo, ante momentos de cambios que desestabilizan nuestros antiguos modos de vida o nos invitan a desafiarnos. A veces ese “algo” que nos falta es decisión, voluntad y osadía para poner a prueba aquello que sentimos como una limitación a nuestra expresión.
La manera de romper el círculo del miedo es ir introduciendo experiencias de auto-dominio y de éxito. Esas nuevas vivencias nos ayudan a incrementar los sentimientos de auto-eficacia y de auto-confianza. Son esas nuevas vivencias las que nos llevan a comprobar que los límites únicamente están en ese pasado que ya debe quedar atrás.
El miedo es una energía que se puede transmutar
La única manera de superar el miedo es trascendiéndolo. De hecho, el miedo es una emoción con gran poder y si logramos transmutar esa fuerza interna en coraje, podremos seguir adelante, con una actitud mucho más segura y libre de ataduras.
Cuando te enfrentes a una situación que te de temor, trata de hacerte las siguientes preguntas:
¿qué es lo más grave que puede llegar a pasar? En caso de que así suceda, ¿qué haría para compensarlo? ¿Qué recuerdos y sentimientos están asociados a este miedo? ¿En qué parte de mi cuerpo se siente?
El miedo es muy útil cuando sirve a los fines de la prudencia, no cuando nos mantiene paralizados.
Las respuestas que te des te permitirán delimitar el temor, materializarlo, volverlo manejable, y abordable, para que deje de parecerse a un gran agujero negro en el cual temes caer. Entonces, lo primero es percatarse sobre por qué aparece la aprensión. De esta forma podremos identificar sus causas y la función que cumple en las situaciones que experimentamos.
El miedo es muy útil cuando sirve a los fines de la prudencia, no cuando nos mantiene paralizados. Tomar consciencia de él y evaluar si corresponde a un temor que busca protegernos de un peligro real o si se trata de una extravagancia imaginaria, es un discernimiento que necesitamos hacer para saber cómo gestionarlo.
¿Cómo posicionarnos ante el miedo?
Para poder identificar cuál es la naturaleza del miedo, necesitas:
- Hacer una pausa y establecerte en un ambiente tranquilo en el que puedas reflexionar sobre los temores que sientes. Cuando conectas con el movimiento de tu respiración, la consciencia fluye mejor y los pensamientos catastróficos se aquietan al centrarnos en nuestro núcleo interno calmo.
- No luches contra tus temores. Recuerda que en ellos hay un aprendizaje acerca de vos y un camino que demarca por dónde va tu crecimiento.
- El miedo es adaptativo, no es un enemigo. Es cierto que por miedo se cometen grandes necedades, pero también se llevan a cabo grandes hazañas. Quien tiene miedo a fallar, tiende a esforzarse más y en esa energía adicional puede marcar una enorme diferencia.
- El coraje está hecho de miedo trasmutado. Lo que varía entre una persona con “cobardía” y una persona con “valentía” es simplemente la decisión de transitar el miedo en lugar de evitarlo.
La próxima vez que sientas un miedo infundado, conquista el poder que habita en él y pasa a la acción, verás que tu alma se enciende y se colma de vigor.
Una vida elegida desde el miedo resulta muy distinta a una vida elegida desde la valentía. El miedo nos va coartando, nos vuelve la replica humana del bicho bolita. En cambio, la valentía nos va ampliando cual, si fuéramos aves desplegando enormes alas, sobrevolando el miedo y observándolo a distancia para no dejarnos tragar por él.
La próxima vez que sientas un miedo infundado, conquista el poder que habita en él y pasa a la acción, verás que tu alma se enciende y se colma de vigor.