En tiempos pasados, nuestros ancestros apenas acababan de nacer y ya tenían delineada perfectamente su vida… “será el que siga el negocio de la familia”, “será el doctor del pueblo”, “se casará con…”. El niño crecía y no tenía demasiado margen de elección. Su destino era seguir el camino ya definido. Y cuando algo del propio deseo hacía fricción con las expectativas ajenas, la rebelión era hacia afuera y el impedimento externo reafirmaba las ansias del propio deseo.
Cuando la «libertad de elección» nos encarcela más de lo que nos libera…
Atrás quedaron los tires y aflojes, las posibilidades restringidas… estamos en un momento cultural donde las opciones abundan, las posibilidades son muchas y los caminos se bifurcan. Y si bien que otros decidan nuestra vida nos puede llenar de ira, no saber que camino tomar y reconocer que “tenemos total libertad de elección” y por ende mayor responsabilidad… nos enfrenta con una enorme angustia existencial que nos desborda y nos paraliza.
Como si de un juego de estrategia se tratara, evaluamos indefinidamente la jugada, pero nunca llegamos a hacer “jaque-mate”… decisión tomada.
Somos cada vez más libres para elegir y estamos cada vez más presos de la indecisión y la indefinición. Espiamos alternativas, abrimos puertas, las cerramos, damos tres pasos y retrocedemos dos porque nos damos cuenta de que la otra opción era mejor. Como si de un juego de estrategia se tratara, evaluamos indefinidamente la jugada, pero nunca llegamos a hacer “jaque-mate”… decisión tomada y la duda queda atrás. Lo cual liberaría un enorme caudal de energía para dedicarnos a seguir edificando nuestra vida sobre bases sólidas. El conocido dicho: “el que mucho abarca, poco aprieta”, aplica perfectamente en estas épocas. Es que estamos cada vez más llenos y más vacíos por dentro.
En la raíz de la indefinición, se esconde la “fantástica” idea de que detrás de una de las tantas puertas por abrir, se hallará la felicidad completa.
El no comprometernos plenamente con una opción y seguir rumiando “que sí, que no”, agota todas nuestras energías. Así, persiguiendo lo perfecto, lo completo, lo más ventajoso, se nos puede ir la vida pensando y analizando diferentes opciones y escenarios.
En la raíz de la indefinición, se esconde la “fantástica” idea de que detrás de una de las tantas puertas por abrir, se hallará la felicidad completa. La ausencia total de insatisfacción y el viento a favor para concretar todos los deseos. Este es un pensamiento mágico propio de una mente que necesita madurar y una consciencia que necesita evolucionar. Una vida de satisfacción se parece más a “cómo” cultivamos las semillas de los frutos que queremos cosechar, que a esparcir cientos de semillas para tener más y más incipientes brotes que nunca acaban de fructificar.
En esta paradoja de la elección, no siempre más es mejor. Lo cierto es que, nuestro cerebro no puede gestionar muchas variables a la vez… pues terminamos teniendo mucho de poco y nada de lo verdaderamente importante. Y cuando esa certeza nos invade, el enorme vacío no puede ser llenado con miles de oportunidades todas igual de buenas. Sino con la tranquilidad y la serenidad de una mente que ha podido tomar decisiones basadas en “valores” y no en especulaciones que solo buscan beneficios o sacar ventaja.
Así como un lienzo contiene la posibilidad de ser cientos de cuadros, puede no acabar siendo más que un lienzo en blanco sino damos firmes trazos y nos metemos de lleno para que esa inspiración sea un hecho.
La satisfacción depende de la actitud comprometida con la que nos tomamos la vida, de la entrega y la dedicación con la que regamos las semillas que valoramos y con la paciencia para aguardar a que los esfuerzos den sus resultados. Y si los resultados no son los esperados, al menos no nos quedaremos con la duda de lo que hubiese sido si hubiéramos dado de nosotros lo mejor.
Estas palabras aplican para elegir una carrera, para ejercer una profesión, para llevar adelante una pareja, una familia, o cualquiera sea el proyecto que traigamos entre manos. Estar a medias, estar dudando, estar sentados en varias sillas a la vez es la posición más agotadora, desgastante y menos inteligente que podemos sostener.
¿Cómo podemos evitar caer en la espiral de la indefinición?
Hay ciertos criterios que debemos tener en cuenta al momento de tomar un camino u otro:
Asumir que decidirnos por algo siempre supone “hacer el duelo” por lo que queda por fuera de esa elección:
Este reconocimiento es posible cuando maduramos y somos capaces de tolerar la frustración. Renunciar a algo, nos da la posibilidad de “re-enunciar”, de volver a enunciar lo mismo desde una perspectiva distinta, ahora poniendo toda la energía en una misma dirección.
Asumir que “lo que está bien, está bien”:
No es necesario que algo sea perfecto para que sea disfrutable. Además, perseguir la perfección es anhelar un imposible, no existe lo “completo”, lo que no tenga falta ni defecto. Lo “mejor” es enemigo de lo bueno. Evaluar todas y cada una de las alternativas puede convertirse en un proceso agotador y frustrante, por eso es mejor tomar una buena opción, que estar siempre pensado en una posible mejor opción. Esto hará que nuestra vida sea más sencilla y gratificante.
No invertir tiempo en compararnos:
A veces vemos lo que los demás tienen y queremos también eso. Sin embargo, no vemos el panorama completo. Seguramente quien tiene lo que tiene o hace lo que hace, ha de haber renunciado primero a otras tantas alternativas posibles, como todos los mortales. No siempre lo que brilla es oro ni todo en las redes sociales refleja completas realidades. No te embeleses ni engañes.
A más opciones, menos satisfacción
Cuando existen tantas opciones, somos más propensos a imaginar las características atractivas de las alternativas que hemos descartado al tomar la decisión por algo. Por lo que es más probable que nos sintamos menos satisfechos con la opción que hemos elegido. No es casualidad que en los últimos años el nivel de ansiedad y depresión se haya elevado tanto. Tendemos a poner el foco en lo que nos falta y las expectativas en lo que vendrá, pero no trabajamos en la habilidad de agradecer, cultivar y hacer crecer lo que sí hay y puede ser gran fuente de gratificación y realización.
Si tienes la sensación de haber elegido mal, si piensas todo el tiempo que hubieses sido más feliz eligiendo otra posibilidad, desconfía de tu “mente errática” que tiende a idealizar lo que no hay y a subestimar lo existente e invierte tu energía en comprometerte con tu presente que será el mañana de lo que hayas regado hoy con entrega y amorosidad.