La vida es resultado de los hábitos que sostenemos a diario. Está hecha de momentos, de pequeños fragmentos cotidianos que derivan en una vida de satisfacción o frustración.
A veces esperamos lo extraordinario que nos cambie la vida y dejamos pasar la oportunidad de intervenir en lo pequeño que termina siendo grande. Sin embargo, raras veces en la vida ocurren situaciones descomunales que marcan un antes y un después. Los grandes destinos de las personas que más admiramos están hechos de esfuerzos sostenidos en el tiempo. No hay magia, no hay suerte, no hay azar… hay trabajo personal, dedicación, constancia, disciplina, error, vuelta a intentar… Y sobre todo han aprendido a dominar la tentación de caer en la satisfacción inmediata.
Si hay un hábito que tenemos que sacar de raíz para que lo que sembremos sean logros y realización personal, es la tendencia tan humana a postergar. No hay hábito que nos juegue tan mala pasada como aplazar una y otra vez aquello que sabemos que formará parte de nuestra superación personal. Postergamos por miedo, por pereza, por desidia, por falta de autoestima, por costumbre, por no creernos capaces, por perfeccionistas, por dispersos y una lista interminable de razones que nos llevan todas a un solo resultado: a sentirnos estancados y a gestar dentro nuestro un sentimiento de auto-traición por no tomarnos en serio la palabra que nos damos.
Nos vamos acostumbrando a caer en la trampa de una parte nuestra que es experta en fabricar excusas y buenas razones que nos convenzan de que es mejor esperar, de que el momento no es ahora, de que todavía no estamos listos, de que estamos cansados, de que hoy no estamos lúcidos, de que no lo tenemos del todo claro, de que miramos Netflix y después nos ponemos con eso que necesita ser tomado en serio… Como cantos de sirena estas voces nos seducen para que mordamos el anzuelo de la satisfacción inmediata que supone evitar ese esfuerzo. En ese estado de evasión y anestesia no somos capaces de darnos cuenta que la suma de esos esfuerzos cotidianos son lo que marcan la diferencia entre alguien que se siente a gusto con su vida y alguien que se siente frustrado.
La postergación serial hace que lo fácil se vuelva difícil y lo difícil se vuelva imposible. Esa comodidad ante la cual nos rendimos cuando aplazamos lo que nos cuesta sacrificio, a la larga no solo nos complica la existencia sino que se convierte en la situación más incómoda con la que un ser humano tiene que lidiar… mirarse al espejo y verse siempre en el mismo lugar.
En el preciso instante en que esa sensación tan frustrante hace su aparición, el camino se bifurca antes dos posibilidades:
- Quienes desperdiciaron su tiempo creyéndose sus excusas o cediendo a satisfacciones instantáneas, puede que activen el vicio de la comparación y comiencen a espiar vidas ajenas…concluyendo: ¡sí que tuvieron suerte! Como si los logros fueron asignados por gracia divina o fruto del azar. Esta actitud solo genera resentimiento hacia la vida y deja por fuera la posibilidad de madurar y asumir plena responsabilidad respecto de las oportunidades que dejaron pasar para impactar en sus vidas y ser hoy quienes alguna vez soñaron ser.
- Quienes después de un tiempo de lidiar con esta dificultad, llegan a un nivel de saturación tal, que se hartan de sus cientos de excusas y argumentos para no avanzar y en un acto de lucidez y profunda necesidad de cambio, piden ayuda para des-armar ese hábito que está matando su autoconfianza y con ello arrebatando sus sueños.
Dos caminos, dos destinos completamente distintos.
Dejar de postergar requiere al comienzo una fuerza de titán, como Ulises en la Odisea se ata al mástil de su navío para no caer rendido ante el canto de las sirenas, así quien tiene tendencia a posponer tiene que tener la voluntad para no dejarse tentar por la satisfacción inmediata de evitar el esfuerzo y terminar evadiendo lo que tiene que ser hecho. Quien quiere erradicar el vicio de aplazar, la palabra dada, de ahora en más, tiene que ser tomada en serio.
Después de haber vencido esa perjudicial tendencia, la rueda comienza a girar y el viento agita a nuestro favor porque hemos dado lo mejor de nosotros. Esto significa que no toda la vida vamos a tener que estar empujándonos. Cuando la puesta en acción nos lleva en la dirección deseada, no será necesario hacer fuerza porque seremos nosotros quienes querremos ir hacia allá. La satisfacción de sentirnos activos y a gusto por haber cumplido con nosotros mismos, renueva la autoconfianza para proponernos nuevas metas.
Quien experimenta estas sensaciones gratas ya no quiere volver atrás, porque ahora sí sabe cómo se siente la diferencia entre dejarse estar y trabajar para ser quien se quiere llegar a ser.
Si en lugar de pensar en el esfuerzo que demanda, pondríamos el foco de atención en cómo nos cambiaría la vida si hiciéramos hoy eso que decimos que nos cuesta, tendríamos la motivación para pasar a la acción. Y sin lugar a dudas, cuando los buenos motivos sobran, el tiempo aparece, las excusas se desvanecen y la energía se enfoca.
¿Cuál es el perfil del Postergador serial?
Identificar las características de una persona con marcada tendencia a postergar, te ayudará a “pescarte” en el momento en que ese personaje toma el control:
- Tienden a abandonar cualquier desafío apenas surge una dificultad.
- Están convencidas de que deben estar completamente seguras de sí para dar cualquier paso.
- Tienen baja confianza personal y excesivo temor a la frustración.
- Piensan que todo debería ser fácil y no demandar demasiado esfuerzo. Ven una foto recortada de la personas que admiran como un resultado acabado y van por eso, sin reconocer todo el proceso que hay detrás.
- Tienen expectativas demasiado altas y un modelo de éxito poco realista.
- Son excesivamente sensibles a la frustración y a la desilusión. Si algo no les va cómo esperaban, se demoran demasiado en el sentimiento de añoranza de lo que no pudo ser. Les cuesta cambiar de dirección y crear nuevas posibilidades para llegar al mismo lugar.
- Suelen basar su autoestima en sus logros, se dan y se quitan el aprecio con demasiada ligereza.
Si estás características te son familiares, aquí debajo te dejo algunas sugerencias prácticas para que empieces a torcer esta tendencia incapacitante:
- Reconoce y acepta la tendencia a postergar como un problema que te impide avanzar y requiere solución. Minimizar el efecto negativo que este hábito tiene en tu vida, hace que con el tiempo se ramifique y te sea más difícil desarraigarlo.
- Observa los contenidos de tu mente. Aprende a identificar los diálogos internos que te incitan a postergar y reconócelos como “voces intrusivas” que tienes que empezar a dejar pasar.
- Familiarizate con la voz de tu conciencia superior que te aconseja seguir cuando quieres dejarte caer. Cuanto más logres silenciar tus voces intrusivas más fácil te será sintonizar con esta voz que te alienta y te motiva. Saber diferenciar las voces que habitan en nuestra mente, es fruto de un trabajo de autoconocimiento profundo.
- Entrena la capacidad de dilatar la satisfacción inmediata. Poder aplazar el placer en pos de una satisfacción mayor, te permitirá fortalecer la voluntad, la disciplina y la constancia para lograr lo que quieres lograr. Ten en cuenta que madurar es elegir cinco veces al día lo que nos hace bien y una, lo que nos gusta.
- Emplazate, define un plazo de tiempo inamovible mientras las circunstancias externas sigan siendo las mismas. Asegurate de hacer todo lo que está a tu alcance para ir cerrando las etapas intermedias que componen tu proyecto mayor.
Es tan gratificante sentir que vamos avanzando, que evolucionamos con el paso del tiempo. Aquí no hay ningún secreto. Una vida de superación, es una vida de método. Detrás de una vida de realización hay tremenda constancia, sacra disciplina e inmensa tenacidad. Lo bueno es saber que con estas cualidades no se nace, sino que “se hacen” y se entrenan en el gimnasio de la vida cotidiana. Por cada vez que tomas el timón en lugar de ceder a los cantos de sirena, estás fortaleciendo la certeza de que “hay alguien dentro tuyo en quien podes confiar: vos”. Cuando empezamos a darnos una palabra y cumplirla, todo lo demás es cuestión de tiempo. Dedicar esfuerzo y energía a lo que sentimos como importante es tomar la decisión de a hacernos felices a nosotros mismos. Y ese es un capital personal tan inmenso que logra hacer realidad todo lo que hoy desde la tendencia a postergar, nos parece imposible.
¿Te animas a tenerte como aliado en el logro de tus metas? ¡Deja de postergar y toma el mando!
Redacción: Psi. Corina Valdano