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La variable del éxito en nuestras vidas

Sentirnos exitosos es lo que verdaderamente nos vuelve personas autorrealizadas. El éxito debe diferenciarse de la fama. Pues podemos ser personas reconocidas externamente pero internamente frustradas. Lo fundamental es sentirnos exitosos a partir de la auto-superación y esto supone animarnos a salir de la zona de confort.

El “éxito” es una variable subjetiva y actualizable. Cada persona debe interrogarse a sí misma y más de una vez en la vida: ¿Qué es tener éxito en mi vida?

Cuando nos movemos de nuestra zona de confort, conquistamos nuevos aprendizajes y vamos desplegándonos como personas, ampliando nuestra identidad. Esta apreciación dinámica de la personalidad supone dejar de hablar en términos de “Yo soy así” y dar lugar a la expresión “Yo estoy siendo”. Pues, somos procesos más que productos acabados. Somos ríos, no agua estancada. Si nos estancamos, nos desmotivamos. Y cuando no hallamos motivos para entrar en acción (motiv/ación) nos quedamos detenidos y aumentan los riesgos de la apatía y la depresión.

Nos sentimos exitosos cuando ampliamos nuestra identidad tanto como nos sea posible: nos animamos a los que antes no, ejercemos un nuevo rol, aprendemos algo nuevo, soltamos algo viejo, trascendemos un condicionamiento.

Entender el éxito como “actitud de conquista” ante los desafíos de la vida, nos aleja de una mirada materialista en donde el éxito supone alcanzar un resultado muchas veces, enajenado. La definición de éxito es personal, debe despegarse de los cánones marcados por la sociedad. De este modo, una persona se sentirá tremendamente exitosa porque dejó de fumar, aprendió un idioma, controlo un impulso o superó una adicción.

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Hablaría de éxito en plural y diría que son “aquellas batallas íntimas ganadas que aportan la autoconfianza cotidiana para proponerse nuevas hazañas”.

Lo que la sociedad propone como éxito nos enajena mucho más de lo que nos libera. Como ratitas en una rueda nos mareamos persiguiendo lo que una vez alcanzado ya no es valorado.

Viene bien aclarar que si sentirse exitoso supone salirse de la zona de confort, es importante aprender a lidiar con la desilusión y la frustración. Winston Churchill, premio nobel de literatura, afirmo una vez: “El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Esta expresión se asemeja a la imagen de una persona que anda silbando por la vida, aprendiendo a menear la dificultad más que un lugar al que llegar bajo la promesa de ilusoria felicidad…No hay éxito lejano que tengamos que alcanzar, hay personas exitosas que se sienten como tal porque asumen una actitud de constante autosuperación.

Quien no arriesga no gana y la medida de satisfacción en la vida va de la mano de los esfuerzos que hagamos para sentirnos a gusto con ella.

La palabra “éxito” tiene la misma raíz que “existir”. Cuando nos proponemos alcanzar metas, cuando tenemos proyectos nos sentimos inmensamente vivos, conectados con nuestra “existencia”.

“Fracasar” tiene la misma raíz que “fraccionarse”…así nos sentimos: partidos en mil pedazos cuando nos desilusionamos…Lejos de ser tremendamente dramático, puede ser ocasión para recoger nuestras piezas y armarnos en una mejor versión. Quienes se reinventan pronto se embarcan en una nueva ilusión. Así a una desilusión, le sigue una nueva superación…no hay nada amenazante en la frustración si a esto le sumamos que nada es vano y siempre conquistamos un nuevo aprendizaje en el arte de “rearmarnos”, luego de sentirnos caer.

Una vida de éxito no está hecha solo de inspiración, el 80% es transpiración. Esto explica en parte, porque personas en apariencia exitosas se sienten poco valiosas. Dos posibles respuestas pueden explicar esta experiencia de “sin sabor”.

Por un lado, personas que han perseguido objetivos definidos desde fuera. Los condicionamientos familiares, los mandatos sociales a veces nublan nuestra visión y silencian nuestra voz interior. Así vamos como burros tras zanahorias que nos son nuestras y cuando finalmente damos el mordiscón no nos gusta ese sabor.

Por otro lado, personas que son puestas en el escenario sin haber trabajado en el “guion”, sin vivir la emoción del entretelón. Los hijos de padres “exitosos” que en la comodidad no gozan de la oportunidad de probar su capacidad. Es un éxito que toma prestado pero no logra ser vivenciado. Agregarle el propio “valor” puede ser ocasión para sentir pertenencia y sumar satisfacción interior.

El éxito no admite comparación, pues no supone ganarle a nadie. Si caemos en esa tendencia comenzamos a mirar a los costados y perdemos de vista nuestras propias aspiraciones. Recordar también la variable actualizable de este concepto. Puede que lo que nos motivaba en algún momento ya no sea lo que hoy nos mueva. Tener el valor de revisar “lo que queremos” y “en dónde estamos” forma parte de definir “hacia dónde vamos”. Estamos en continuo movimiento y puede que “lo que antes sí, ahora no”. Rectificar la dirección, no implica contradicción. Por el contrario, supone abandonar la omnipotencia y la soberbia humana de pretender tenerla “siempre clara”.

La confusión forma parte de la interrogación y quienes se preguntan están mucho más cerca de sentirse exitosos con sus vidas. Pues, orientan sus valores y acciones hacia lo que verdaderamente los motiva.

Sugerencias a tener en cuenta:

–          Reconocer el carácter absolutamente subjetivo de su definición.

–          Animarse a preguntarse ¿Qué es para mí tener éxito?

–          Dejar de ver el “éxito” como concepto abstracto, ideal y lejano para comenzar a verlo en términos prácticos, cotidianos y alcanzables.

–          Pensar al éxito desde la pluralidad. Una vida exitosa es la suma de pequeñas conquistas personales, de éxitos que se suman unos con otros y van forjando autoconfianza y valoración real.

–          Admitir su carácter dinámico y cambiante. Reactualizar su definición a partir del dialogo interior.

Ps. Corina Valdano. Especialista en Psicoterapia Cognitiva y Transpersonal.-

Facebook: Psicóloga Corina Valdano.-

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